Verónica agrega: “Ser presencia de la Vida Consagrada, y servir en la vida pastoral.
Muy contenta de tener a mi lado a una hermana de consagración y ser testigo de cómo ella vivía y crecía en su vocación, que es la misma que la mía. Aprendí muchísimo de ella y me quedé con el recuerdo imborrable del cariño, la prudencia, la paciencia y el respeto que me regaló a mí y a todas las personas con quienes nos tocó estar.
Sobre todo, admiración por cómo los laicos viven su fe y perseveran en integrar a Dios en sus vidas. Vi en ellos fortaleza y sencillez en igual proporción.
De manera oficial; hice dos labores. Una, la formación y acompañamiento de la comunidad de vida y salud, que hacía las visitas a las personas enfermas. Otra, formar parte del equipo de liturgia de una de las capillas de la parroquia. De manera “extra oficial”, con la Pame nos tocaba hacer de todo y sería muy largo de enumerar. Por ejemplo, en mi caso acompañaba a los niños y a los adultos que acudían a la biblioteca, visitaba a enfermos, iba a darles la comunión, organizaba visitas de los estudiantes de la Universidad en que doy clases a los clubs de adultos mayores, al taller de repostería de la parroquia, a las colonias urbanas, a las personas en situación de calle, a los trabajadores de la feria, etc.
Un privilegio que me impresionaba y atesoraba todos los días. Jesucristo con su presencia nos fortalecía y confirmaba que la casa, la iniciativa y la obra eran suyas y que nos había atraído a Pame y a servir en su nombre en aquella comunidad parroquial.
De todas maneras. ¡Es una vivencia que trae consigo gracias aseguradas!”.