por ROSARIO CORCOLL
Ser consagrada al Señor es vivir momentos de su presencia en forma constante. Es encontrarlo en el silencio del corazón y en la mano del hermano.
Es vivirlo, sentirlo, vivo y sale a mi encuentro en el sencillo, en los pobres, en los niños, en las jóvenes trabajadoras, en las familias.
Momentos de su presencia en cada oración, en cada aprendizaje nuevo que me ayuda a crecer como persona.
Momentos de su presencia vividos junto a mis padres, a mi familia, que me dejaron el legado más preciado la fe y me han constituído persona.
Momentos de su presencia que percibo en mis hermanos, hermanas de fe. Destellos que alumbran el camino
Momentos de su presencia en las trabajadoras de casa particular en sus luchas, en sus soledades, en sus alegrías. En ellas está Él, esperando justicia, comprensión y apoyo.
Momentos de su presencia en los niños. Sus sonrisas, corridas, llegar gritar, jugar, y la inocencia que en sus ojos reflejan la grandeza del Señor que tanto nos ama.
Momentos de su presencia en las familias pobres. En las mamás que dan todo por sus hijos, en sus luchas en medio de su pobreza y dificultades.
Momentos de su presencia en el compartir con amigos/as. La bondad, amabilidad me habla de mi Señor que con paciencia me enseña, acompaña.. Las que pasan los años y allí están siempre, incondicionales.
Momentos de su presencia en lo sencillo, en el saludo, en un buen desayuno compartido, en un buen partido de fútbol sobre todo si gana mi equipo, en la alegría y en la risa sin motivo de los jóvenes o niños, en la humildad de una anciana, en la fragilidad del enfermo.
Momentos de su presencia eso es ser Virgen consagrada… solo vivir por y para esos momentos continuos, cada día nuevos de su presencia , a la intemperie, con la gente, caminando con todos.
Ser Virgen consagrada es pertenecerle solo a Él y ser para los demás. ES un sendero entre lo humano y lo divino. Un sendero de búsqueda, de piedras y alegrías y gozar de esos momentos de su presencia constante, amorosa.